Un hombre subió a un autobús y se sentó junto a una señora que llevaba a su hijo. La madre, intentando calmar a su pequeño inquieto, le susurraba mientras trataba de que tomara el pecho.
—Vamos, cariño, tienes que tomar la leche —le decía con paciencia.
Pero el bebé seguía inquieto, negándose a alimentarse. La madre, cada vez más frustrada, finalmente le advirtió:
—Será mejor que tomes la leche, o se la daré a este hombre que está sentado aquí.
El bebé continuaba lloriqueando, sin mostrar interés en alimentarse. La madre, con un suspiro, insistió:
—Necesitas empezar pronto, o le daré tu leche a este hombre.
El hombre, incómodo, miraba por la ventana, tratando de ignorar la situación. La madre, con un tono más firme, le dijo al bebé:
—Esta es tu última advertencia. Deja de estar inquieto o le daré tu leche al señor.
Finalmente, el hombre, exasperado, no pudo contenerse más y exclamó:
—¡Señora, necesita decidirse! ¡Ya debería haberme bajado del autobús hace tres paradas!
Y tú, ¿qué opinas?
Te invito cordialmente a compartir esto con todos tus amigos. Tu apoyo significa mucho. ¡Gracias de antemano!